sábado, 9 de mayo de 2015

El hecho de ser madre...


Definitivamente desde que eres madre empiezas a ver la vida desde otro ángulo... La vida misma ya es otra cosa. Lo más importante pasa a ser los hijos y nada más...
Tus sentidos ya no te pertenecen:
- Ya no ves como antes.  Ahora tus ojos miran a través de lo que esos ojitos te dicen día a día...
- Ya no oyes como antes. Tus oídos se han agudizado para oírlos primero a ellos, en medio del más estruendoso ruido, y socorrerlos en cuanto escuchas su llamado, olvidando todo lo demás...
- Ya no comes como antes. Cualquier cosa que a ellos les caiga mal lo conviertes en prohibido para ti con tal de darles pecho y muchas veces terminas comiendo lo que ellos "quieren" y dejan aunque no sea lo que más te provoque...
- Ya no hueles como antes. El olfato también se ha hecho más sensible, prefiriendo el olor de tu bebé antes que cualquier perfume y también reconociendo de lejos cuando deben cambiarse...   
- Y tu piel, además de empezar a tener las huellas de la maternidad, se convierte en la mejor medicina para tus hijos: cura el dolor, la fiebre, el miedo...

Tu cabeza también les pertenece a ellos desde que abres los ojos hasta que te acuestas! Los tienes presentes en el primer pensamiento positivo de las mañanas y en tus oraciones de las noches...

Uno, dos, tres... No importa cuántos sean, es increíble la capacidad inmensa de amor que tiene una madre! Recuerdo que cuando tuve a mi primera hija sentía que el corazón se me salía del pecho de tanto amor y cuando iba a nacer el segundo les confieso que a veces me preocupaba, hasta llorar, pensando que yo no podría amar a alguien tanto como a la primera... pero cuando nació mi hijo, no podía creer el amor tan grande que otra vez sentí por él... Ni hablar de la tercera... el corazón se me triplicó así de rápido!  Sin duda una madre es fuente inagotable de amor!

Y como fuente inagotable de amor, también lo es de energía, de paciencia, de sacrificio, de creatividad, de constancia, de disciplina, de generosidad, de ternura... y pare de contar.


FELIZ DIA DE LAS MADRES

Mañana domingo 10 de Mayo de 2015 se celebra en Venezuela, aquí en Estados Unidos, y en muchos otros países, el Día de la Madre.

Estoy taaaan feliz porque mi mamá está aquí conmigo y lo celebraremos juntas! Qué felicidad! La voy a poder abrazar y besar y decirle cuánto la amo y cuán agradecida estoy con Dios de que eligió a esta maravillosa mujer para ser mi mamá!

Publico esto hoy porque se que mañana estaremos ocupadas, probablemente haciendo el almuerzo para compartir en familia o, si tenemos suerte, sólo vistiéndonos para disfrutar de las sorpresas que prepararon los papás para nosotras!.. Igual si nos toca cocinar lo vamos a disfrutar porque así somos nosotras... Somos el pilar de una familia unida y feliz!!


UN REGALO PARA LAS MAMAS

Estaba leyendo en Internet y me topé con esta lectura. Lamenteblemente no conseguí su autoría, pero la comparto con todas porque en verdad resume lo que es nuestra vida como mamás.
 
Espero que lo disfruten mucho y que pasen un feliz día donde quieran que estén!!!
 


De una madre para su hija que también quiere ser madre

Estábamos sentándonos a comer cuando mi hija casualmente menciona que ella y su esposo están pensando en “empezar una familia”.
“Estamos haciendo una encuesta" –dice ella, en broma– “¿Crees que debería tener un bebé?”
“Cambiará tu vida” digo, cuidadosamente manteniendo mi tono neutral. “Yo sé” dice, “no más fiestas los fines de semana, no más vacaciones espontáneas...”
Pero eso no es en absoluto lo que yo quise decir. Miro a mi hija, intentando decidir qué decirle. Quiero que sepa lo que ella nunca podrá aprender en las clases de parto. Quiero decirle que las heridas físicas por dar a luz un niño sanarán, pero que el volverse madre la dejará con una herida emocional tan profunda por la cual ella será vulnerable para siempre.
Pienso en advertirle que ella nunca leerá de nuevo un periódico sin preguntarse “¿Y si eso le hubiera pasado a mi niño?” Que cada accidente de aviación, cada incendio en una casa la obsesionará. Que cuando vea fotos de niños hambrientos, se preguntará si algo podría ser peor que vivir la muerte de su niño.
Yo la miro cuidadosamente, sus uñas finamente pintadas y el traje elegante y pienso que no importa cuán sofisticada ella sea, el convertirse en madre la reducirá al nivel primitivo de una osa que protege su cachorro.
Que una llamada urgente de “¡Mamá!” le hará dejar caer un soufflé o su mejor cristal sin vacilar por un momento.
Siento que debo advertirla que no importa cuántos años ella haya invertido en su carrera, ésta se descarrilará profesionalmente a causa de su maternidad. Ella podrá hacer los arreglos para dejar al niño en casa al cuidado de una niñera, pero un día irá en camino de una reunión de negocios importante y recordará el dulce olor de su bebé, y tendrá que usar cada gramo de su disciplina para no correr a casa, sólo para asegurarse que su bebé está bien.
Yo quiero que mi hija sepa que las decisiones cotidianas ya no serán rutina. Que el deseo de un niño de cinco años de ir al baño de hombres y no al de mujeres en McDonald’s se volverá un dilema mayor. Que justo allí, en medio del ruido de bandejas y niños gritando, los problemas de independencia e identidad de sexo serán sopesados contra la perspectiva de que haya un abusador de niños acechando en ese baño.

No importa cuán decisiva pueda ser ella en su trabajo, se criticará a sí misma constantemente en su papel de madre. Mirando a mi hija tan atractiva, quiero asegurarle que en el futuro ella perderá los kilos de más del embarazo, pero nunca se sentirá igual sobre ella misma. Que su vida, ahora tan importante, será de menos valor para ella una vez que tenga un niño.
Que por los hijos ella tendrá que renunciar a la vida que ahora tiene, pero que también empezará a desear tener más años, no para lograr sus propios sueños, sino para ver a sus hijos lograr los suyos. Yo quiero que ella sepa que una cicatriz de cesárea o las estrías se convertirán en insignias de honor. La relación de mi hija con su marido cambiará, pero no de la manera que ella piensa. Deseo que ella pudiera entender cuánto más uno puede amar a un hombre que tiene cuidado para empolvar a su bebé o que nunca duda para jugar con su niño. Yo pienso que ella debería saber que se sentirá de nuevo completamente enamorada de él por razones que ahora encontraría muy poco románticas.
Yo deseo que mi hija pudiera darse cuenta del lazo que ella sentirá con mujeres a lo largo de historia que han intentado detener guerras, discriminación y borrachos al volante. Espero que ella entienda por qué yo puedo pensar racionalmente sobre la mayoría de los problemas, pero ponerme como loca cuando discuto sobre la amenaza que supone una guerra nuclear en el futuro de mis hijos.
Yo quiero describir a mi hija la euforia de ver a su niño cuando aprenda a montar una bicicleta. Quiero capturar para ella las carcajadas de un bebé que está tocando la piel suave de un perro o un gato por primera vez. Quiero que saboree la dicha que es tan real, que de hecho duele. La mirada interrogativa de mi hija me hace caer en cuenta de las lágrimas que se han formado en mis ojos.
“Nunca te arrepentirás de ello” digo finalmente.
Entonces alcanzo por sobre la mesa la mano de mi hija y la aprieto y ofrezco una oración silenciosa por ella, y por mí, y por todas las mujeres que tropezaron en su camino hacia la más maravillosa de todas las profesiones. Este regalo bendito de Dios... el hecho de ser Madre...

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